Iniciamos hoy un nuevo curso de Salud Pública de pregrado en Medicina donde esperamos transmitir conocimientos, experiencias y desarrollar habilidades y enfoques que permitan a los futuros médicos generales tener una visión mas amplia de lo que es la atención de salud. Hablaremos en el día de hoy de: la Salud Pública en el Pensum IV de Medicina e integrada al eje social e investigativo y de las aproximaciones conceptuales de Salud, Salud Pública y Salud Colectiva. Aprovechen este Blog que es donde colocamos las principales bibliografías relacionadas con la materia. Luz Roriguez y Fernando Rojas Mejía, les saludamos y nos ponemos a su disposición para apoyarle en su proceso formativo.
Hagamos uso de éste contenido de este texto, recomendado por el CVSP de OPS, para la introducción:
No existe una definición única de la salud pública que se considere aceptable en todo el mundo. A continuación se presentan algunas de las principales definiciones sobre la salud pública que se compilaron:
• El esfuerzo (tanto organizado como sin organizar) de una sociedad que proviene de su compromiso de cumplir o lograr sus ideales de salud.15
• Un esfuerzo organizado por parte de la sociedad, principalmente a través de sus instituciones públicas, de mejorar, promover, proteger y recuperar la salud de la población mediante una acción colectiva.16
• La ciencia y el arte de prevenir las enfermedades, prolongar vida y promover la salud y la eficiencia mediante el esfuerzo organizado de la comunidad.17
• Una parte integrante del sistema sanitario, se entiende que la salud pública consiste en las intervenciones llevadas a cabo en la sociedad que tienen a la salud como meta principal.18
La idea de basar el concepto de la salud pública en la salud de la población está adquiriendo mayor fuerza y consenso. Se define como “la salud de una población de acuerdo con las mediciones de los indicadores del estado de salud y de acuerdo con la influencia de los entornos sociales, económicos y físicos, las prácticas sanitarias personales, la capacidad individual y las aptitudes para hacer frente a los problemas, la biología humana, el desarrollo del niño en la primera infancia y los servicios sanitarios”.19 Asimismo, el concepto de la “salud colectiva,”
usado en particular en el contexto brasileño, define la salud como un fenómeno social y por consiguiente un área de interés público. Según Paim y Almeida Filho, salud colectiva puede comprenderse tanto como un campo científico, donde el conocimiento acerca de la “salud” desde la perspectiva de diferentes campos del estudio es generado; y según un campo práctico, donde las acciones son llevadas a cabo por los actores múltiples de diferentes organizaciones dentro y fuera de de la esfera generalmente conocida como el “sector de la salud.”20
Ver el contenido total de este documento aquí. Recomendado por CVSP.
14 Para ver una descripción completa de los orígenes históricos de la salud pública hasta los logros y los retos actuales, véase el capítulo 3 de la publicación de OPS/OMS, La salud pública en las Américas (2002) y Bernard J. Turnock, Public Health: What it is and What it Does, 3a Ed. (Sudbury, MA: Jones and Bartlett Publishers, 2004).
15 “Terms of Reference,” en The Crisis of Public Health: Reflections for the Debate, ed. PAHO/WHO (Washington, D.C., 1992).
16 OPS/OMS, La salud pública en las Américas.
17 C.E.A. Winslow, “The Untilled Field of Public Health,” Modern Medicine, Vol. 2.(1920):183-191.
18 OMS, Informe sobre la salud en el mundo 2000 - Mejorar el desempeño de los sistemas de salud (Geneva: WHO, 2000).
19 Citado en Institute of Medicine (IOM), The Future of the Public's Health in the 21st Century, Resumen Ejecutivo (Washington, DC: National Academy Press, 2002.
20 Jairnilson S. Paim y Naomar de Almeida Filho, “Saúde coletiva: uma “nova saúde pública” ou campo aberto a novos paradigmas?,” Revista de Saúde Pública 32, No. 4 (June 1998): 308.
lunes, 19 de abril de 2010
lunes, 5 de abril de 2010
Haiti no esta solo. Ban Ki-moon. 19 de enero del 2010.
El desastre de Haití demuestra una vez más algo que nosotros, como seres humanos, hemos sabido siempre: que incluso entre la peor devastación siempre hay esperanza.
Lo he visto yo mismo esta semana en Puerto Príncipe. La ONU sufrió su peor pérdida de la historia. Nuestra sede en la capital haitiana quedó reducida a un amasijo de cemento y acero retorcido. Cómo podría sobrevivir alguien, pensé. Pero instantes después de partir de allí, con el corazón encogido, los equipos de rescate sacaron un sobreviviente tras cinco días enterrado entre los escombros, sin agua ni comida. Creo que fue un pequeño milagro, una señal de esperanza.
Desastres como el de Haití nos recuerdan la fragilidad de la vida, pero también reafirman nuestra fortaleza. Hemos contemplado imágenes aterradoras por televisión: edificios derrumbados, cadáveres en las calles, personas hambrientas, sedientas y sin hogar. Lo he visto todo, y más cosas, mientras caminaba por la devastada ciudad. Pero también he visto algo más, una expresión destacable del alma humana, gente sufriendo los golpes más severos que seguían demostrando una extraordinaria resistencia.
Durante mi breve visita, me reuní con personas en la calle. Varios jóvenes que estaban cerca de las ruinas del palacio presidencial me dijeron que querían ayudar en la reconstrucción de Haití. Más allá de la crisis inmediata, esperan empleos, un futuro digno y un trabajo que ejercer. Por las calles me encontré una madre joven que vivía con sus hijos en una tienda de campaña en un parque, con escasa comida. Había miles como ella, resistiendo con paciencia, ayudándose mutuamente de la mejor manera posible. Tenía fe en que pronto llegaría la ayuda, así como otras personas también la tenían. “He venido a ayudar” les dije. “No desesperen”. La mujer me respondió que le pedía ayuda a la comunidad internacional para reconstruir Haití para los niños, para las generaciones futuras.
Para los que lo han perdido todo, la ayuda no llegará tan pronto como se desearía. Pero la ayuda ya está llegando y cada vez en mayores cantidades a pesar de las dificultades logísticas de la capital, donde han desaparecido toda clase de servicios. El lunes por la mañana ya estaban trabajando más de 40 equipos internacionales de búsqueda y rescate que contaban con 1.700 personas. Han aumentado las reservas de agua y cada vez son más las tiendas de campaña y refugios provisionales disponibles. Los hospitales que han sufrido grandes daños han empezado a funcionar de nuevo con la ayuda de los equipos médicos internacionales. Mientras, el Programa Mundial de Alimentos trabaja con el Ejército de los Estados Unidos para distribuir raciones diarias de comida para 200,000 personas. La agencia espera poder alimentar a cerca de un millón de personas en las próximas semanas y tratarán de llegar a casi dos millones.
Hemos visto cómo fluía la ayuda internacional, de manera proporcional a la magnitud del desastre. Cada nación y cada organización internacional se han movilizado para ayudar a Haití. Nuestra tarea es canalizar esa ayuda. Necesitamos asegurarnos de que la ayuda llega a quienes lo necesitan tan pronto como sea posible. No podemos dejar las provisiones esenciales en los almacenes. No tenemos tiempo que perder, ni dinero que derrochar. Se requiere una coordinación fuerte y efectiva, la comunidad internacional trabajando conjuntamente, con la ONU al frente.
Este trabajo crítico comenzó desde el primer día, tanto por parte de la ONU, como de las agencias de ayuda internacionales y de otros actores clave, la ONU ha trabajado a fondo con los Estados Unidos y los países de Europa, Latinoamérica y muchos otros para identificar las necesidades humanitarias más urgentes y atenderlas. Estas últimas deben agruparse en categorías bien delimitadas para que no se dupliquen esfuerzos y las diversas organizaciones se complementen. Por ejemplo, el grupo de necesidades sanitarias que dirige la OMS ya organiza y coordina la asistencia médica de 21 organizaciones internacionales.
La urgencia del momento predominará, como es lógico, sobre la planificación, pero no es demasiado pronto para pensar en el mañana, un punto que el presidente Rene Préval reiteró cuando nos reunimos. Aunque es tremendamente pobre, Haití ha hecho algunos progresos. Gozaba de una estabilidad desconocida y los inversores habían regresado. No será suficiente para reconstruir el país como era, ni bastará con hacer mejoras cosméticas. Debemos ayudar a Haití a reconstruirse, trabajando unidos con el Gobierno para que el dinero y la ayuda invertidos hoy tengan efectos beneficiosos duraderos, creando empleos y liberando al país de su dependencia a la generosidad internacional.
En este sentido, la grave situación haitiana es un recordatorio de nuestras grandes responsabilidades. Hace una década, la comunidad internacional comenzó el nuevo siglo acordando que se actuaría para eliminar la extrema pobreza en el 2015. Se han dado importantes pasos hacia estos “Objetivos del Milenio”, en áreas como salud y educación maternal para evitar enfermedades infecciosas, pero ha habido pocos avances en otras áreas críticas. Estamos muy lejos de alcanzar nuestras promesas de que los pobres del mundo tengan un futuro mejor.
Mientras acudimos al auxilio inmediato de Haití, no perdamos la perspectiva global. Ese fue el mensaje que recibí, alto y claro, de la gente en las calles de Puerto Príncipe. Pedían trabajos, dignidad y un futuro mejor. Esa es la esperanza de todos los pobres del mundo, vivan donde vivan. Al hacer lo que es correcto para Haití, en este momento de necesidad, se lanzará un fuerte mensaje de esperanza para todos ellos.
Lo he visto yo mismo esta semana en Puerto Príncipe. La ONU sufrió su peor pérdida de la historia. Nuestra sede en la capital haitiana quedó reducida a un amasijo de cemento y acero retorcido. Cómo podría sobrevivir alguien, pensé. Pero instantes después de partir de allí, con el corazón encogido, los equipos de rescate sacaron un sobreviviente tras cinco días enterrado entre los escombros, sin agua ni comida. Creo que fue un pequeño milagro, una señal de esperanza.
Desastres como el de Haití nos recuerdan la fragilidad de la vida, pero también reafirman nuestra fortaleza. Hemos contemplado imágenes aterradoras por televisión: edificios derrumbados, cadáveres en las calles, personas hambrientas, sedientas y sin hogar. Lo he visto todo, y más cosas, mientras caminaba por la devastada ciudad. Pero también he visto algo más, una expresión destacable del alma humana, gente sufriendo los golpes más severos que seguían demostrando una extraordinaria resistencia.
Durante mi breve visita, me reuní con personas en la calle. Varios jóvenes que estaban cerca de las ruinas del palacio presidencial me dijeron que querían ayudar en la reconstrucción de Haití. Más allá de la crisis inmediata, esperan empleos, un futuro digno y un trabajo que ejercer. Por las calles me encontré una madre joven que vivía con sus hijos en una tienda de campaña en un parque, con escasa comida. Había miles como ella, resistiendo con paciencia, ayudándose mutuamente de la mejor manera posible. Tenía fe en que pronto llegaría la ayuda, así como otras personas también la tenían. “He venido a ayudar” les dije. “No desesperen”. La mujer me respondió que le pedía ayuda a la comunidad internacional para reconstruir Haití para los niños, para las generaciones futuras.
Para los que lo han perdido todo, la ayuda no llegará tan pronto como se desearía. Pero la ayuda ya está llegando y cada vez en mayores cantidades a pesar de las dificultades logísticas de la capital, donde han desaparecido toda clase de servicios. El lunes por la mañana ya estaban trabajando más de 40 equipos internacionales de búsqueda y rescate que contaban con 1.700 personas. Han aumentado las reservas de agua y cada vez son más las tiendas de campaña y refugios provisionales disponibles. Los hospitales que han sufrido grandes daños han empezado a funcionar de nuevo con la ayuda de los equipos médicos internacionales. Mientras, el Programa Mundial de Alimentos trabaja con el Ejército de los Estados Unidos para distribuir raciones diarias de comida para 200,000 personas. La agencia espera poder alimentar a cerca de un millón de personas en las próximas semanas y tratarán de llegar a casi dos millones.
Hemos visto cómo fluía la ayuda internacional, de manera proporcional a la magnitud del desastre. Cada nación y cada organización internacional se han movilizado para ayudar a Haití. Nuestra tarea es canalizar esa ayuda. Necesitamos asegurarnos de que la ayuda llega a quienes lo necesitan tan pronto como sea posible. No podemos dejar las provisiones esenciales en los almacenes. No tenemos tiempo que perder, ni dinero que derrochar. Se requiere una coordinación fuerte y efectiva, la comunidad internacional trabajando conjuntamente, con la ONU al frente.
Este trabajo crítico comenzó desde el primer día, tanto por parte de la ONU, como de las agencias de ayuda internacionales y de otros actores clave, la ONU ha trabajado a fondo con los Estados Unidos y los países de Europa, Latinoamérica y muchos otros para identificar las necesidades humanitarias más urgentes y atenderlas. Estas últimas deben agruparse en categorías bien delimitadas para que no se dupliquen esfuerzos y las diversas organizaciones se complementen. Por ejemplo, el grupo de necesidades sanitarias que dirige la OMS ya organiza y coordina la asistencia médica de 21 organizaciones internacionales.
La urgencia del momento predominará, como es lógico, sobre la planificación, pero no es demasiado pronto para pensar en el mañana, un punto que el presidente Rene Préval reiteró cuando nos reunimos. Aunque es tremendamente pobre, Haití ha hecho algunos progresos. Gozaba de una estabilidad desconocida y los inversores habían regresado. No será suficiente para reconstruir el país como era, ni bastará con hacer mejoras cosméticas. Debemos ayudar a Haití a reconstruirse, trabajando unidos con el Gobierno para que el dinero y la ayuda invertidos hoy tengan efectos beneficiosos duraderos, creando empleos y liberando al país de su dependencia a la generosidad internacional.
En este sentido, la grave situación haitiana es un recordatorio de nuestras grandes responsabilidades. Hace una década, la comunidad internacional comenzó el nuevo siglo acordando que se actuaría para eliminar la extrema pobreza en el 2015. Se han dado importantes pasos hacia estos “Objetivos del Milenio”, en áreas como salud y educación maternal para evitar enfermedades infecciosas, pero ha habido pocos avances en otras áreas críticas. Estamos muy lejos de alcanzar nuestras promesas de que los pobres del mundo tengan un futuro mejor.
Mientras acudimos al auxilio inmediato de Haití, no perdamos la perspectiva global. Ese fue el mensaje que recibí, alto y claro, de la gente en las calles de Puerto Príncipe. Pedían trabajos, dignidad y un futuro mejor. Esa es la esperanza de todos los pobres del mundo, vivan donde vivan. Al hacer lo que es correcto para Haití, en este momento de necesidad, se lanzará un fuerte mensaje de esperanza para todos ellos.
La gran oportunidad de Haiti. Ban Kin-moon, 30 de marzo del 2009.
Es fácil visitar Haití y ver sólo pobreza. Sin embargo, cuando visité recientemente el país con el ex Presidente de los Estados Unidos de América, Bill Clinton, vimos también oportunidades.
Es cierto que Haití sigue siendo un país sumamente pobre. Todavía no se ha recuperado del todo de los devastadores huracanes del año pasado, ni tampoco de las décadas de dictadura maligna. Sin embargo, podemos decir lo que nos dijo el Presidente René Preval: “Haití está en un momento crítico”. Puede retroceder hacia la oscuridad y una mayor miseria, sacrificando todos los progresos que ha hecho y la ardua labor realizada con las Naciones Unidas y la comunidad internacional, o bien puede avanzar hacia la luz, hacia un futuro más prometedor y esperanzador.
El próximo mes, los principales donantes internacionales se reunirán en Washington para examinar la posibilidad de ayudar en mayor medida a este desventurado país, tan azotado por fuerzas ajenas a su control. En apariencia, parece haber pocos motivos para ser optimistas. La crisis financiera ha reducido los presupuestos destinados a la asistencia. Se habla de la “fatiga de los donantes”. Los problemas que afronta Haití —el crecimiento incontrolado de la población, una gran escasez de alimentos y artículos de primera necesidad, y la degradación del medio ambiente— parecen a menudo insuperables.
Sin embargo, es más probable que Haití capee las actuales tormentas económicas y llegue a prosperar que casi todas las demás economías emergentes. La razón de ello es la nueva ley sobre el comercio promulgada por los Estados Unidos el año pasado, que brinda a Haití una gran oportunidad.
Hope II, como se conoce esta ley, ofrece a Haití un acceso a los mercados de los Estados Unidos libre de derechos y de contingentes durante los próximos nueve años. Ninguna otra nación tiene una ventaja parecida. Es un buen punto de partida. Es una oportunidad para consolidar los progresos que Haití ha hecho para ganar cierta estabilidad política, con ayuda de la misión de mantenimiento de la paz de las Naciones Unidas, y para pasar de la ayuda a un verdadero desarrollo económico. Habida cuenta del desempleo generalizado en el país, en particular entre los jóvenes, esa medida significa sobre todo que se crearán puestos de trabajo.
Mi asesor especial sobre Haití, el economista de la Universidad de Oxford especializado en desarrollo, Paul Collier, ha colaborado con el Gobierno para formular una estrategia. Esta estrategia determina medidas y políticas concretas para crear puestos de trabajo y hace especial hincapié en los puntos fuertes tradicionales del país —la industria de la confección y la agricultura. Cabe citar en particular la promulgación de nuevas normas que reducirán los derechos portuarios (que están entre los más altos del Caribe) y la creación de agrupaciones industriales como las que han llegado a dominar el comercio mundial.
En la práctica, esto significa aumentar muchísimo las zonas de exportación del país para que una nueva generación de empresas textiles pueda invertir y operar en un lugar. Creando un mercado suficientemente grande para generar economías de escala podrán reducirse los costos de la producción y, una vez atravesado determinado umbral, se producirá una gran expansión, limitada únicamente por la disponibilidad de mano de obra. Nuestro objetivo: crear miles o cientos de miles de puestos de trabajo en dos años, y posiblemente millones a largo plazo.
Este plan parece ser ambicioso en un país de 9 millones de personas en el que el 80% de la población vive con menos de 2 dólares al día y que importa la mitad de los alimentos que consume. Sin embargo, sabemos que el plan puede funcionar. Ha funcionado en Bangladesh, cuya industria de la confección ha creado 2,5 millones de puestos de trabajo. Ha funcionado en Uganda y Rwanda. En Washington, los amigos de Haití explicaremos, con una convicción absoluta, por qué podemos ser igualmente optimistas.
Durante nuestro viaje, el Presidente Clinton y yo vimos muchos indicios, pequeños y grandes. Un día visitamos una escuela primaria en Cité Soleil, un barrio marginal de Puerto Príncipe controlado durante mucho tiempo por bandas violentas antes de que el personal de mantenimiento de la paz de las Naciones Unidas lo recuperara. Me alegré mucho de ver a los niños de ese barrio. Estaban bien alimentados gracias al Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas y, aún mejor, eran felices y aprendían, como deben hacer los niños. Fue un indicio de una época más normal, a pesar de los sufrimientos padecidos durante los últimos años.
También visitamos un centro para alumnos destacados llamado HELP, sigla del Haitian Education & Leadership Program (Programa de educación y liderazgo de Haití). Con fondos recaudados del sector privado de los Estados Unidos, ese programa proporciona becas a niños haitianos muy pobres que no podrían soñar con ir a la universidad. Todos esos jóvenes llegan a seguir carreras productivas. Ganan buenos sueldos. Inician vidas prometedoras y casi todos ellos se quedan en Haití. A estos jóvenes les dije que los consideraba “semillas de la esperanza”, porque representan un futuro mejor.
A alguien de fuera le sorprende ver cuán pequeños son los obstáculos en relación con el potencial de Haití. Cuando visitamos una fábrica limpia y eficiente en la capital, hablamos con obreros que ganaban 7 dólares al día confeccionando camisetas que luego se exportaban, lo que los incorporaba a la clase media haitiana. Con la Ley Hope II, el dueño de la fábrica piensa que puede duplicar o triplicar la producción en un año.
Esta es la razón por la cual, en Washington, pediremos a los donantes que inviertan en Haití, más allá de la ayuda humanitaria tradicional. Este es el momento de Haití, una gran oportunidad para que una de las naciones más pobres se abra camino hacia un futuro con unas perspectivas económicas reales y una esperanza verdadera.
Ban Ki-moon es el Secretario General de las Naciones Unidas.Leer articulo en su version original, aqui.
Es cierto que Haití sigue siendo un país sumamente pobre. Todavía no se ha recuperado del todo de los devastadores huracanes del año pasado, ni tampoco de las décadas de dictadura maligna. Sin embargo, podemos decir lo que nos dijo el Presidente René Preval: “Haití está en un momento crítico”. Puede retroceder hacia la oscuridad y una mayor miseria, sacrificando todos los progresos que ha hecho y la ardua labor realizada con las Naciones Unidas y la comunidad internacional, o bien puede avanzar hacia la luz, hacia un futuro más prometedor y esperanzador.
El próximo mes, los principales donantes internacionales se reunirán en Washington para examinar la posibilidad de ayudar en mayor medida a este desventurado país, tan azotado por fuerzas ajenas a su control. En apariencia, parece haber pocos motivos para ser optimistas. La crisis financiera ha reducido los presupuestos destinados a la asistencia. Se habla de la “fatiga de los donantes”. Los problemas que afronta Haití —el crecimiento incontrolado de la población, una gran escasez de alimentos y artículos de primera necesidad, y la degradación del medio ambiente— parecen a menudo insuperables.
Sin embargo, es más probable que Haití capee las actuales tormentas económicas y llegue a prosperar que casi todas las demás economías emergentes. La razón de ello es la nueva ley sobre el comercio promulgada por los Estados Unidos el año pasado, que brinda a Haití una gran oportunidad.
Hope II, como se conoce esta ley, ofrece a Haití un acceso a los mercados de los Estados Unidos libre de derechos y de contingentes durante los próximos nueve años. Ninguna otra nación tiene una ventaja parecida. Es un buen punto de partida. Es una oportunidad para consolidar los progresos que Haití ha hecho para ganar cierta estabilidad política, con ayuda de la misión de mantenimiento de la paz de las Naciones Unidas, y para pasar de la ayuda a un verdadero desarrollo económico. Habida cuenta del desempleo generalizado en el país, en particular entre los jóvenes, esa medida significa sobre todo que se crearán puestos de trabajo.
Mi asesor especial sobre Haití, el economista de la Universidad de Oxford especializado en desarrollo, Paul Collier, ha colaborado con el Gobierno para formular una estrategia. Esta estrategia determina medidas y políticas concretas para crear puestos de trabajo y hace especial hincapié en los puntos fuertes tradicionales del país —la industria de la confección y la agricultura. Cabe citar en particular la promulgación de nuevas normas que reducirán los derechos portuarios (que están entre los más altos del Caribe) y la creación de agrupaciones industriales como las que han llegado a dominar el comercio mundial.
En la práctica, esto significa aumentar muchísimo las zonas de exportación del país para que una nueva generación de empresas textiles pueda invertir y operar en un lugar. Creando un mercado suficientemente grande para generar economías de escala podrán reducirse los costos de la producción y, una vez atravesado determinado umbral, se producirá una gran expansión, limitada únicamente por la disponibilidad de mano de obra. Nuestro objetivo: crear miles o cientos de miles de puestos de trabajo en dos años, y posiblemente millones a largo plazo.
Este plan parece ser ambicioso en un país de 9 millones de personas en el que el 80% de la población vive con menos de 2 dólares al día y que importa la mitad de los alimentos que consume. Sin embargo, sabemos que el plan puede funcionar. Ha funcionado en Bangladesh, cuya industria de la confección ha creado 2,5 millones de puestos de trabajo. Ha funcionado en Uganda y Rwanda. En Washington, los amigos de Haití explicaremos, con una convicción absoluta, por qué podemos ser igualmente optimistas.
Durante nuestro viaje, el Presidente Clinton y yo vimos muchos indicios, pequeños y grandes. Un día visitamos una escuela primaria en Cité Soleil, un barrio marginal de Puerto Príncipe controlado durante mucho tiempo por bandas violentas antes de que el personal de mantenimiento de la paz de las Naciones Unidas lo recuperara. Me alegré mucho de ver a los niños de ese barrio. Estaban bien alimentados gracias al Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas y, aún mejor, eran felices y aprendían, como deben hacer los niños. Fue un indicio de una época más normal, a pesar de los sufrimientos padecidos durante los últimos años.
También visitamos un centro para alumnos destacados llamado HELP, sigla del Haitian Education & Leadership Program (Programa de educación y liderazgo de Haití). Con fondos recaudados del sector privado de los Estados Unidos, ese programa proporciona becas a niños haitianos muy pobres que no podrían soñar con ir a la universidad. Todos esos jóvenes llegan a seguir carreras productivas. Ganan buenos sueldos. Inician vidas prometedoras y casi todos ellos se quedan en Haití. A estos jóvenes les dije que los consideraba “semillas de la esperanza”, porque representan un futuro mejor.
A alguien de fuera le sorprende ver cuán pequeños son los obstáculos en relación con el potencial de Haití. Cuando visitamos una fábrica limpia y eficiente en la capital, hablamos con obreros que ganaban 7 dólares al día confeccionando camisetas que luego se exportaban, lo que los incorporaba a la clase media haitiana. Con la Ley Hope II, el dueño de la fábrica piensa que puede duplicar o triplicar la producción en un año.
Esta es la razón por la cual, en Washington, pediremos a los donantes que inviertan en Haití, más allá de la ayuda humanitaria tradicional. Este es el momento de Haití, una gran oportunidad para que una de las naciones más pobres se abra camino hacia un futuro con unas perspectivas económicas reales y una esperanza verdadera.
Ban Ki-moon es el Secretario General de las Naciones Unidas.Leer articulo en su version original, aqui.
La Seguridad Alimentaria y Nutricional en Situaciones de Emergencia. Alimentacion de los Dannificados.-
¿Cómo podemos asegurar una alimentación adecuada dadas las circunstancias?
Como una medidad inmediata proporcionar, a cualquier grupo poblacional que está o aparezca estar en alto riesgo nutricional, 3 o 4 kg. de alimentos por persona para una semana. Lo importante es proveer una cantidad suficiente de energía durante esta etapa, aunque no sea una dieta balanceada.
Para un periodo corto de tiempo 1700 Kcal al dia prevendrá deterioración severa del estado nutricional y hambruna.
¿Cómo calcular las raciones de ayuda alimentaria?
Los alimentos deben ser parte del patrón alimentario de la población.
La cantidad de alimentos en una ración depende del momento de la crisis y los recursos disponibles.
Para un periodo de semanas o incluso meses y cuando los damnificados dependen exclusivamente o casi exclusivamente de la ayuda alimentaria, las raciones deben proporcionar de 1700 a 2000 Kcal por persona/día.
¿Cuáles son los factores a tener en cuenta en la preparación de las raciones?
La ración de alimentos debe ser lo más simple posible: un alimento básico (eg. arroz, maíz, harina de trigo), una fuente "concentrada " de energía, (aceite u otra grasa) y una fuente "concentrada "de proteína (eg. pescado seco o enlatado, carne enlatada)
Aunque las leguminosas secas son una excelente fuente de proteína hay que tener en cuenta las dificultades de cocción.
Además de la ración básica, los grupos vulnerables (niños menores de 5 años, mujeres embarazadas y lactando y peronas desnutridas) necesitan recibir un suplemento.
¿Cómo podemos hacer una estimación de las necesidades de alimentos a mediano plazo, de acuerdo a las raciones alimentarias?
Tener en cuenta el efecto del desastre sobre las cosecha, ganado y factores medioambientales (grandes embalsamientos, lodazales, avalanchas, cenizas volcánicas, etc.)
Número aproximado y composición de la población afectada.
Si los damnificados se hallan en albergues sin posibilidades de cocinar, los alimentos tendrán que distribuirse ya cocinados.
Las raciones crudas ("en seco") se darán preferiblemente por familias y por un cierto periodo de tiempo (eg. para una semana).
Composición de una ración alimentaria que proporcione aproximadamente 1700 Kcal:
Cereal base (eg.arroz) 400g
Una grasa (eg. aceite) 15g
Alimento proteínico (eg. pescado seco) 45g
Un simple cálculo aritmético nos dará las necesidades de alimentos para una familia de cinco personas, una población de 1000, un día, un mes, etc.
¿Cuál es el papel de la Oficina de OPS en los programas de ayuda alimentaria despues de los desastres?
Colaborar con las autoridades nacionales y locales en las actividades prioritarias.
Colaborar con las agencias y organismos relevantes y si no existe un grupo coordinador organizarlo,
Identificar fuentes de recursos,
Proporcionar personal con experiencia.
Para conocer mas, haga clik aqui.
Como una medidad inmediata proporcionar, a cualquier grupo poblacional que está o aparezca estar en alto riesgo nutricional, 3 o 4 kg. de alimentos por persona para una semana. Lo importante es proveer una cantidad suficiente de energía durante esta etapa, aunque no sea una dieta balanceada.
Para un periodo corto de tiempo 1700 Kcal al dia prevendrá deterioración severa del estado nutricional y hambruna.
¿Cómo calcular las raciones de ayuda alimentaria?
Los alimentos deben ser parte del patrón alimentario de la población.
La cantidad de alimentos en una ración depende del momento de la crisis y los recursos disponibles.
Para un periodo de semanas o incluso meses y cuando los damnificados dependen exclusivamente o casi exclusivamente de la ayuda alimentaria, las raciones deben proporcionar de 1700 a 2000 Kcal por persona/día.
¿Cuáles son los factores a tener en cuenta en la preparación de las raciones?
La ración de alimentos debe ser lo más simple posible: un alimento básico (eg. arroz, maíz, harina de trigo), una fuente "concentrada " de energía, (aceite u otra grasa) y una fuente "concentrada "de proteína (eg. pescado seco o enlatado, carne enlatada)
Aunque las leguminosas secas son una excelente fuente de proteína hay que tener en cuenta las dificultades de cocción.
Además de la ración básica, los grupos vulnerables (niños menores de 5 años, mujeres embarazadas y lactando y peronas desnutridas) necesitan recibir un suplemento.
¿Cómo podemos hacer una estimación de las necesidades de alimentos a mediano plazo, de acuerdo a las raciones alimentarias?
Tener en cuenta el efecto del desastre sobre las cosecha, ganado y factores medioambientales (grandes embalsamientos, lodazales, avalanchas, cenizas volcánicas, etc.)
Número aproximado y composición de la población afectada.
Si los damnificados se hallan en albergues sin posibilidades de cocinar, los alimentos tendrán que distribuirse ya cocinados.
Las raciones crudas ("en seco") se darán preferiblemente por familias y por un cierto periodo de tiempo (eg. para una semana).
Composición de una ración alimentaria que proporcione aproximadamente 1700 Kcal:
Cereal base (eg.arroz) 400g
Una grasa (eg. aceite) 15g
Alimento proteínico (eg. pescado seco) 45g
Un simple cálculo aritmético nos dará las necesidades de alimentos para una familia de cinco personas, una población de 1000, un día, un mes, etc.
¿Cuál es el papel de la Oficina de OPS en los programas de ayuda alimentaria despues de los desastres?
Colaborar con las autoridades nacionales y locales en las actividades prioritarias.
Colaborar con las agencias y organismos relevantes y si no existe un grupo coordinador organizarlo,
Identificar fuentes de recursos,
Proporcionar personal con experiencia.
Para conocer mas, haga clik aqui.
Reglas de Oro de la OMS para la preparacion higienica de los alimentos.-
Datos de la OMS indican que sólo un pequeño número de factores relacionados con la manipulación de alimentos son responsables de una gran proporción de los episodios de enfermedades transmitidas por los alimentos en todo el mundo. Errores comunes incluyen:
la preparación de alimentos para varias horas antes de su consumo, junto con su almacenamiento a temperaturas que favorecen el crecimiento de bacterias patógenas y / o formación de toxinas;
cocinando insuficiente o recalentamiento de los alimentos para reducir o eliminar los agentes patógenos;
la contaminación cruzada, y las personas con mala higiene personal de manipulación de alimentos.
Las Diez Reglas de Oro respondan a estos errores, ofrecer asesoramiento que pueden reducir el riesgo de que los patógenos de los alimentos será capaz de contaminar, para sobrevivir o multiplicarse.
A pesar de la universalidad de estas causas, la pluralidad de los medios culturales que la normativa debe considerarse como un modelo para el desarrollo de la cultura específica de los recursos educativos.
Estos son los Diez Reglas de Oro:
1. Elegir los alimentos tratados con fines higiénicos
2. Cocinar bien los alimentos
3. Consumir inmediatamente los alimentos cocinados
4. Guardar cuidadosamente los alimentos cocinados
5. Recalentar bien los alimentos cocinados
6. Evitar el contacto entre los alimentos crudos y los cocinados
7. Lavarse las manos a menudo
8. Mantener escrupulosamente limpias todas las superficies de la cocina
9. Mantener los alimentos fuera del alcance de insectos, roedores y otros animales
10. Utilizar agua pura
La Organización Mundial de la Salud estima que las enfermedades causadas por alimentos contaminados constituyen uno de los problemas sanitarios más difundidos en el mundo de hoy. Proteja a su familia mediante estas sencillas reglas. Aplicándolas, reducirá considerablemente el riesgo que entrañan las enfermedades de origen alimentario.
Si quiere documentarse mas, consulte aqui.
la preparación de alimentos para varias horas antes de su consumo, junto con su almacenamiento a temperaturas que favorecen el crecimiento de bacterias patógenas y / o formación de toxinas;
cocinando insuficiente o recalentamiento de los alimentos para reducir o eliminar los agentes patógenos;
la contaminación cruzada, y las personas con mala higiene personal de manipulación de alimentos.
Las Diez Reglas de Oro respondan a estos errores, ofrecer asesoramiento que pueden reducir el riesgo de que los patógenos de los alimentos será capaz de contaminar, para sobrevivir o multiplicarse.
A pesar de la universalidad de estas causas, la pluralidad de los medios culturales que la normativa debe considerarse como un modelo para el desarrollo de la cultura específica de los recursos educativos.
Estos son los Diez Reglas de Oro:
1. Elegir los alimentos tratados con fines higiénicos
2. Cocinar bien los alimentos
3. Consumir inmediatamente los alimentos cocinados
4. Guardar cuidadosamente los alimentos cocinados
5. Recalentar bien los alimentos cocinados
6. Evitar el contacto entre los alimentos crudos y los cocinados
7. Lavarse las manos a menudo
8. Mantener escrupulosamente limpias todas las superficies de la cocina
9. Mantener los alimentos fuera del alcance de insectos, roedores y otros animales
10. Utilizar agua pura
La Organización Mundial de la Salud estima que las enfermedades causadas por alimentos contaminados constituyen uno de los problemas sanitarios más difundidos en el mundo de hoy. Proteja a su familia mediante estas sencillas reglas. Aplicándolas, reducirá considerablemente el riesgo que entrañan las enfermedades de origen alimentario.
Si quiere documentarse mas, consulte aqui.
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