miércoles, 21 de octubre de 2009

El Cáncer de la Sanidad

En artículo publicado hoy en el suplemento de salud del El Mundo.es, Mónica Lalanda critica el efecto de las autonomías sanitarias desarrolladas a partir del 2002. La imagen del SS español es publicado por OCDE Health Data en este mismo 2009.

21 de octubre de 2009.- Mónica Lalanda.
Si usted va a tener un accidente, calcúlelo bien y téngalo dentro de su comunidad autónoma, facilita mucho la vida, créame. Su tarjeta sanitaria le da derecho a que le traten una urgencia vital pero a partir de ahí una patada en las posaderas le mandará de vuelta a su autonomía y a la realidad de la Sanidad 'descentralizada'.
La semana pasada una paciente se empeñaba en sacar su carnet de identidad del bolso y demostrarme que "ella era española". La pobre señora no entendía que tras estabilizar su hueso fracturado con una escayolita, teníamos que mandarla a que la operen en un hospital donde el logo de las sábanas corresponde con el de su tarjeta. Ser español no basta.
Y de cómo mandarla de vuelta a su hospital de referencia, ni hablamos. Un traslado entre autonomías es un proceso burocrático tan complejo que puede llevar horas solucionar y días en materializarse. Eso sin entrar en el tema del trasbordo de pacientes de ambulancia a ambulancia en las "fronteras autonómicas", que también se puede dar el caso. En fin, que al final la mayoría de los pacientes se marchan en su coche con riesgo y dolor incluido. Pues mire, yo tampoco lo entiendo.
En el 2002 se desmanteló el Insalud, se transfirieron competencias y surgieron 17 sistemas sanitarios, todos distintos. Todo muy políticamente correcto, pues parece que el momento histórico así lo requería. Estamos en el año 2009 y a nadie le quedan dudas de que el sistema sanitario de salud español se ha deteriorado gravemente. El anterior ministro de sanidad, Bernat Soria, reconoció hace menos de un año que "la transferencia de la sanidad a las autonomías había incidido en que la atención sanitaria esté por debajo de la media europea" y en una encuesta en febrero sólo un 30% de españoles creen que las transferencias han beneficiado su salud.
El sistema español no tiene un sistema de control de calidad porque la recogida de datos con esta dispersión es casi imposible; pero la herramienta de medida comparativa de los distintos sistemas de salud europeo (el índice de Consumidores de la Sanidad Europea elaborado por el Health Consumer Powerhouse) demuestra un deterioro progresivo con caída a tumba abierta. Ocupamos un vergonzante puesto 22 de 33. Estamos detrás de Estonia, de la cual casi ni sabíamos que existía hasta que cantó en Tallín la 'Rosa de España'.
Curiosamente, cuando este índice nos colocaba a la cabeza de Europa, a muchos se les llenaba la boca: "tenemos una de las mejores sanidades del mundo", ahora que tocamos fondo resulta que el informe "carece de metodología contrastada". Sí, muy curioso.
Vamos a lo práctico. Resulta que el Gobierno vasco gasta 1.675 euritos por paciente y año mientras que el de Valencia lo escatima hasta los 1.140. ¿A cuento de qué esta diferencia? Si uno empieza a indagar un poco mas se encuentra con datos que son verdaderos bofetones al principio de igualdad de todos los españoles sin discriminacion por razón de nacimiento de nuestra constitución. A un niño madrileño, el calendario de vacunción le incluye la vacuna contra el neumococo y la varicela, al crío galleguito de la misma edad que le zurzan y si quiere vacuna que la pague. Una señora de Murcia que necesite radioterapia por bomba de cobalto lo tiene claro la pobre, mientras que su amiga andaluza no tiene problema. Dar a luz en una comunidad o en otra supone hacerlo con una epidural o con un paracetamol... La lista de diferencias sangrantes es larga y según el reciente informe del Defensor del Pueblo la inequidad territorial afecta a objetivos tan básicos como la ausencia de atención pediátrica, psiquiatría infantil, nuevas terapias y medicamentos, salud mental, diagnóstico genético, cuidados paliativos, tratamiento del dolor, terapias contra el tabaco y un largo etcétera. Es decir, que mientras unos españoles reciben una medicina de chistera, otros la reciben de chiste o... de boina, que es peor. A mí esto me atufa a anticonstitucional, pero parece que a nadie más le pasa, debe ser que soy algo extranjera.
Del agravio comparativo en las diferencias de sueldos entre el personal según CCAA, ni hablamos. Al fin y al cabo, de algún sitio habrá que hacer ahorro para financiar la administración y las normativas que podían ser sólo, una pero que se multiplican por 17.
¿Y a la señora del carnet de identidad qué le digo? Denme ideas. A mí sólo se me ocurre explicarle que para que en Cataluña un médico y su paciente puedan hablar en catalán, ella se tiene que marchar con su fractura a otra parte. De locos, vamos.

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